Con la calidez del sol sobre mi cabeza y mis hombros, y un
cielo despejado a mí alrededor, miraba el horizonte hasta donde llegaba el mar.
Una lágrima recorría mis mejillas, desde más allá de mis ojos, desde mis
pensamientos sobre lo que había pasado hace unos días. No le había dicho a
nadie que él había llegado esa noche, en aquel momento realmente pensé que volvería
o que no pasaría nada, pero comencé a sentir algo. Siento la mano de alguien apoyándose
sobre mi hombro y sentarse a mi lado. Una mano detiene el recorrido de la lágrima
y seca suavemente mis mejillas. Luego acerca su cabeza a mi oído y lo escucho
susurrar:
— ¿Qué paso, cariño? ¿Es otra vez sobre la noche que
saquearon el faro?
“La noche que saquearon el faro” bautizaron aquella noche mi
padre y el. Para mi comenzaba a ser muy diferente: “La noche que se llevaron a Mirek”.
Gire la cabeza y lo mire a los ojos. No podía seguir ocultándole lo que me
estaba pasando, estaba preocupada por Mirek.
— Hay algo que tengo que contarte —comencé a hablarle, con
la voz entrecortada al principio—. Aquella noche llego un hombre al faro:
Mirek. Estuvimos un rato dentro del faro, comimos algo y luego me quede
dormida. Cuando desperté no solamente había desaparecido todo lo que teníamos guardado,
sino que también lo había hecho Mirek. ¡Se lo llevaron!
Cuando termine me miraba con los ojos completamente abierto
y con una expresión de incredibilidad en el rostro. Parpadeo, como regresando a
la realidad y, en silencio, se paro, me miro sentada en el piso, dio media
vuelta y comenzó a alejarse. Intente levantarme rápidamente y corrí hacia él,
cuando puse una mano sobre su hombro la aparto rápidamente y me miro con el
ceño fruncido, antes de seguir su camino, lo más lejos posible de mi. Entonces
me quede observando cómo se alejaba un tiempo, luego baje la mirada hasta mis
dedos entrecruzándose a la altura de mi cintura. Ahora corrían lágrimas por mis
dos mejillas y caían en la arena.
Me deje caer en el suelo y sentí todo el peso de la
tristeza, que queda vez parecía hacerse más pesada. Me había quedado
completamente sola, perdí en menos de tres días, a una persona que conocí una
noche y desee pasar muchas más y a otra que conocí hace años y ame tanto
tiempo. Sabía que iba a ser casi imposible recuperar a cualquiera de los dos, y
esto solamente hacía que mis llantos sean más fuertes. De repente deje de
llorar y comencé a pensar, me levante y corrí hacia mi casa. Agarre una mochila
y la llene de agua y comida en tuppers que teníamos, junto con otras cosas. Escribí
en el primer papel que encontré y deje una nota en un lugar visible.
Mientras caminaba alejándome de casa, intentaba despejarme
contando las gaviotas que pasaban sobre las aguas del mar. Mi padre se había ido
a hacer unos negocios el día anterior y volvería esa noche. En ese momento no pensé
para nada como reaccionaria y tampoco lo haría hasta mucho tiempo después.
———
La estrella más brillante ya se veía, aunque el sol no había
acabado de bajar, por una de las ventanas. El lugar no fue utilizado desde la última
vez que estuve allí y todo seguía como lo habían dejado aquellos hombres que
saquearon todo de aquel lugar y se llevaron incluso las esperanzas, creadas
unas horas antes. Salí hasta el balcón que rodeaba el lugar y me apoye en la
baranda mientras miraba el cielo y contaba las estrellas que iban apareciendo,
paulatinamente mientras oscurecía. Estuve un bueno tiempo mirando, hasta que comenzó
a dolerme el cuello y decidí tirarme al piso boca arriba
Cuando oscureció completamente podía ver el brazo de la vía láctea,
formado por estrellas agrupadas como una nube alargada, recorriendo el cielo
oscuro e iluminando el espacio. Mis ojos comenzaron a brillar ante aquel espectáculo
que podía ver todas las noches de cielo despejado y no había destacado antes.
En ese momento lo recordé: corrí hasta dentro, me agache y comencé a golpear el
piso hasta que escuche un lugar hueco. Arranque una madera y saque una caja
rectangular, la coloque a un lado y volví a tapar el hueco. Abrí la caja y
saque un cilindro, del largo de un brazo y lo lleve hacia fuera.
Como pude lo coloque en posición y mire a través de él hacia
el cielo. Estuve hasta muy entrada la noche observando estrellas. Cuando llego
ya no podía mantener lo ojos abiertos y el frio comenzó a vencerme junto con el
sueño, entre y busque una manta y use lo que tenía más cerca como almohada,
para quedarme dormida con el aparato que había estado usando hasta aquel momento
entre los brazos.