sábado, 5 de septiembre de 2015

The Stars [TLH (6)]

Con la calidez del sol sobre mi cabeza y mis hombros, y un cielo despejado a mí alrededor, miraba el horizonte hasta donde llegaba el mar. Una lágrima recorría mis mejillas, desde más allá de mis ojos, desde mis pensamientos sobre lo que había pasado hace unos días. No le había dicho a nadie que él había llegado esa noche, en aquel momento realmente pensé que volvería o que no pasaría nada, pero comencé a sentir algo. Siento la mano de alguien apoyándose sobre mi hombro y sentarse a mi lado. Una mano detiene el recorrido de la lágrima y seca suavemente mis mejillas. Luego acerca su cabeza a mi oído y lo escucho susurrar:

— ¿Qué paso, cariño? ¿Es otra vez sobre la noche que saquearon el faro?

“La noche que saquearon el faro” bautizaron aquella noche mi padre y el. Para mi comenzaba a ser muy diferente: “La noche que se llevaron a Mirek”. Gire la cabeza y lo mire a los ojos. No podía seguir ocultándole lo que me estaba pasando, estaba preocupada por Mirek.

— Hay algo que tengo que contarte —comencé a hablarle, con la voz entrecortada al principio—. Aquella noche llego un hombre al faro: Mirek. Estuvimos un rato dentro del faro, comimos algo y luego me quede dormida. Cuando desperté no solamente había desaparecido todo lo que teníamos guardado, sino que también lo había hecho Mirek. ¡Se lo llevaron!

Cuando termine me miraba con los ojos completamente abierto y con una expresión de incredibilidad en el rostro. Parpadeo, como regresando a la realidad y, en silencio, se paro, me miro sentada en el piso, dio media vuelta y comenzó a alejarse. Intente levantarme rápidamente y corrí hacia él, cuando puse una mano sobre su hombro la aparto rápidamente y me miro con el ceño fruncido, antes de seguir su camino, lo más lejos posible de mi. Entonces me quede observando cómo se alejaba un tiempo, luego baje la mirada hasta mis dedos entrecruzándose a la altura de mi cintura. Ahora corrían lágrimas por mis dos mejillas y caían en la arena.

Me deje caer en el suelo y sentí todo el peso de la tristeza, que queda vez parecía hacerse más pesada. Me había quedado completamente sola, perdí en menos de tres días, a una persona que conocí una noche y desee pasar muchas más y a otra que conocí hace años y ame tanto tiempo. Sabía que iba a ser casi imposible recuperar a cualquiera de los dos, y esto solamente hacía que mis llantos sean más fuertes. De repente deje de llorar y comencé a pensar, me levante y corrí hacia mi casa. Agarre una mochila y la llene de agua y comida en tuppers que teníamos, junto con otras cosas. Escribí en el primer papel que encontré y deje una nota en un lugar visible.

Mientras caminaba alejándome de casa, intentaba despejarme contando las gaviotas que pasaban sobre las aguas del mar. Mi padre se había ido a hacer unos negocios el día anterior y volvería esa noche. En ese momento no pensé para nada como reaccionaria y tampoco lo haría hasta mucho tiempo después.


———


La estrella más brillante ya se veía, aunque el sol no había acabado de bajar, por una de las ventanas. El lugar no fue utilizado desde la última vez que estuve allí y todo seguía como lo habían dejado aquellos hombres que saquearon todo de aquel lugar y se llevaron incluso las esperanzas, creadas unas horas antes. Salí hasta el balcón que rodeaba el lugar y me apoye en la baranda mientras miraba el cielo y contaba las estrellas que iban apareciendo, paulatinamente mientras oscurecía. Estuve un bueno tiempo mirando, hasta que comenzó a dolerme el cuello y decidí tirarme al piso boca arriba

Cuando oscureció completamente podía ver el brazo de la vía láctea, formado por estrellas agrupadas como una nube alargada, recorriendo el cielo oscuro e iluminando el espacio. Mis ojos comenzaron a brillar ante aquel espectáculo que podía ver todas las noches de cielo despejado y no había destacado antes. En ese momento lo recordé: corrí hasta dentro, me agache y comencé a golpear el piso hasta que escuche un lugar hueco. Arranque una madera y saque una caja rectangular, la coloque a un lado y volví a tapar el hueco. Abrí la caja y saque un cilindro, del largo de un brazo y lo lleve hacia fuera.


Como pude lo coloque en posición y mire a través de él hacia el cielo. Estuve hasta muy entrada la noche observando estrellas. Cuando llego ya no podía mantener lo ojos abiertos y el frio comenzó a vencerme junto con el sueño, entre y busque una manta y use lo que tenía más cerca como almohada, para quedarme dormida con el aparato que había estado usando hasta aquel momento entre los brazos.

viernes, 24 de julio de 2015

The Shipwreck [TLH (5)]



Despertó escuchando un suave crujido de truenos y su eco, la tormenta no había pasado aun. Abrí los ojos pero seguía viendo la oscuridad, todo totalmente negro e intente mantener la calma, y volver a normalizar mi respiración que se había tornado rápida. Comencé a tantear con las manos, primero sentí en el piso arena « ¿Dónde estoy…?  En ninguna zona de la costa cercana al faro había playas —pensé—. Seguramente me desvié, pero… ¿Hasta dónde?». Levante un lentamente las manos y sentí tablas de madera: el bote en el que venía se había dado vuelta y yo quede atrapado debajo de él.

Me sentía muy cansado, probablemente estuve mucho tiempo inconsciente, quizá paso un día entero desde que escape y aun me dolía la cabeza. Intente cavar un poco en la arena alrededor de un borde del bote que se había clavado un poco en la arena, luego metí la mano y lo tumbe hacia un costado. Cuando finalmente pude ver el exterior, vi un conjunto de nubes en el horizonte oscuro e iluminado cada tanto por algún rayo que alumbraba el cielo y las oscuras nubes con sus relámpagos.

Debajo del grupo de nubes que se alejaba había un pequeño cabo, una parte de tierra que penetraba el mar. De lo único que estaba casi seguro era que me encontraba en una isla y no en una muy grande. Pensé recorrerla, ir hasta el otro lado para confirmarlo (ya que la gran vegetación tropical, también extraño al menos en la región donde se encontraba el faro, impedían que viera más allá) pero estaba todo demasiado oscuro y tenía que recuperar energías antes.

Con las pocas fuerzas que me quedaban, arrastre el bote entrando un poco entre palmeras y hojas para buscar un refugio. Mientras caminaba hacia atrás, tirando de la punta del bote y arrastrándolo lentamente, vi que la marea estaba comenzando a subir desde unos cuantos metros desde donde estaba antes el bote. Las olas no eran tan altas en aquel momento, pero seguramente durante la tormenta fueron muy altas y eso explica como termine con el bote dado vuelta.

Apoye el bote sobre el suelo, ya tierra en aquella zona. Busque un poco alrededor y encontré un árbol grande y extraño: tenía un hueco enorme en el centro pero no parecía realmente hecho por alguien, sino que natural. Busque algunas hojas para armar un refugio al menos temporal y acomode el bote cerca del lugar. Era una zona de mucha humedad y llovió recientemente allí, pero no me podía dar muchos gustos en aquella situación. 



Recordé las cantimploras en el bote y fui a revisar: aún estaban ahí junto con la caja de madera cerrada. Eras cinco cantimploras, grandes de un litro aproximadamente. Agarre una y bebí la mitad. Aunque tenía varias para mí solo, debía racionar todo, no sabía cuánto tiempo podría estar ahí o si podría encontrar otra fuente de agua dulce en aquella isla. Guarde todo e intente acomodarme lo mejor que pude en aquel refugio improvisado y conciliar sueño para salir a recorrer la isla y procurarme comida al día siguiente.

———

Rayos de sol anaranjados me despertaron cuando el sol todavía estaba saliendo. Entre los árboles y hojas podía ver, en el cielo, nubes en el horizonte coloreadas de rosa y anaranjado, despejando el paso para el sol que parecía emerger del mar. Escuchaba el cantar de los pájaros y el aleteo de sus alas entre las ramas de los arboles mientras me levantaba y estiraba los brazos y las piernas.

Hacía más de un día que no comía nada y estaba realmente hambriento, por lo que busque la caja de madera en el bote, con la esperanza de que haya comida dentro. Arrastre la caja para sacarla y escuche el ruido de algo metálico, metí la mano y saque una palanca «Perfecto —pensé—. Probablemente le dé más de una utilidad, pero ahora podre abrir esta caja». La utilice para abrir la caja y descubrir muchas latas de conserva. Había algunas de frutas como duraznos, ananá, frutillas y verduras como maíz, acelga y más. También había latas de carnes y guisantes, entre otras cosas. Lo primero que hice fue tomar una lata de durazno y otra de ananá, las abrí como pude con la palanca y comí todo vaciando ambas latas. Guarde las latas vacías (me podían llegar a servir en el futuro, quizá para juntar agua de lluvia) y cave un pequeño pozo para meter la caja y las cantimploras y luego tapar todo con algunas hojas grandes.

Gracias al jugo de las frutas no estaba sediento. Tome un trozo de tela que encontré detrás de la caja (seguramente estaba envolviendo la palanca) y envolví un par de cantimploras junto con dos latas y la palanca lo mejor que me fue posible, para llevar a recorrer la isla. Fui hasta la playa y reconocí el este aproximado, por donde el sol estaba ya casi despegándose del mar para comenzar a recorrer el cielo. Luego di media vuelta y me interne hacia la selva hacia el oeste. Luego de caminar hacia el corazón de aquel lugar diez minutos escucho un sonido entre unos arbustos y paro de caminar. Imaginando que debía ser algún animal como una ardilla comencé a acercarme hacia el arbusto de dónde provenía aquel ruido. Cuando estaba por llegar escuche un bufido y antes de que pudiese reaccionar un animal del tamaño de un cerdo salió de entre las hojas directo hacia mí.

Intente hacerme a un lado pero el animal me alcanzo y estrello sus colmillos contra mi pierna izquierda y me derrumbo. Desde el piso mientras veía como tomaba carrera me di cuenta de que era un jabalí. Cuando corría otra vez hacia mí, lo único que pude hacer fue esquivarlo arrastrándome hacia un costado antes de que me alcance. Desesperado, empecé a buscar algo con que defenderme y recordé la palanca. Rápidamente la saque del nudo del trozo de tela y cuando el jabalí estaba corriendo hacia mi otra vez, le clave el arma en el cuello. Tuve con golpear al animal tres veces más para por fin matarlo. Una vez resuelto ese problema mire mi pierna: tenía un gran corte, un poco por encima de la rodilla. Me saque mi chaleco de tela (de todos modos se estaba volviendo calurosa aquella mañana) y tape la herida haciendo presión. Agarre una cantimplora y tire un poco de agua para limpiar. Finalmente hice un vendaje rudimentario usando el chaleco.

No sin esfuerzo pude por fin pararme. La herida me dificultaba mucho caminar, así que solamente pude recorrer aquella zona: busque algunos troncos pequeños y ramas de camino de vuelta al lugar donde tenía mi bote, mientras llevaba arrastrando como podía el cuerpo del jabalí. Cuando llegue prepare un lugar con piedras para intentar encender un fuego, pero en aquel momento no sabía cómo iba a hacer. De pronto recordé que siempre llevaba mí el encendedor de mi abuelo dentro de mis medias y le agradecí  una vez más por dármelo.

Logre encender con algunas hojas secas que encontré y mientras se avivaba un poco el fuego, intente sacar un pedazo de carne del cuerpo del jabalí. En gran parte despedace al animal pero logre separar la piel (con el pelaje de un lado), los colmillos (que seguramente me iban a ser útiles) y un poco de carne. Era muy prudente intentar comer al menos por aquel momento la carne de jabalí, ya que no se iba a conservar tan bien como las latas.

Para la tarde de aquel día, llegue a construir un refugio contra un árbol, con troncos largos que encontré. También utilice ramas y hojas grandes para hacer un techo y colocar en el suelo del interior, con lo que resultó ser un estilo de choza pequeña, lo suficiente para que entre un hombre acostado, e improvisada pero perfecta como refugio (mucho más a largo plazo que aquel incomodo árbol).

Probablemente podría racionar el agua por tres días aproximadamente, pero no debía preocuparme por la comida: la carne de jabalí podría durarme entre dos y tres días, y con las latas de reserva tendré para bastante, lo suficiente para encontrar otra cosa. O lograr salir de aquel lugar, que es el otro problema. Pensé procurarme primero agua, comida y refugio, porque no sabía ni donde estaba ni cuento tiempo podría estar allí, pero ya tenía que pensar alguna forma de salir de aquella isla.

sábado, 16 de mayo de 2015

The Wall of Clouds [TLH (4)]

Un grupo compacto de nubes que parecían formar una muralla gigante surgía desde el océano, ocultando el sol que estaba cayendo.  No veía este tipo de imágenes muy frecuente y solamente se presentaban a veces después de una tormenta. Sin embargo, siempre que la veía me daba la misma sensación de estar atrapada, rodeada por un grupo de montañas unidas que parecían formar un muro con la punta recta. Me hacía sentir un poco angustiada aquella imagen, junto con la oscuridad que comenzaba a abarcar todo el cielo. Aun así estaba sonriendo mientras veía, justo arriba del gran muro de nubes, la primera estrella que brillaba.



Comenzaba a sentir el frió que traía el viento todas las noches, pero tenía un par de brazos que me abrazaban, mientras estaba sentada en el suelo rocoso cerca de la casa, y un hombro donde apoyar mi cabeza, lo que hacía que no sintiera más que calor en mi pecho, el calor que producía mi corazón al sentirse tan lleno.

Baje la mirada hacia las rocas del suelo y con tristeza recordé lo que había pasado la noche anterior. Subí mi cabeza para encontrarme con los ojos marrón claro de Aarón e intente dibujar una sonrisa en mi cara que denotaba un poco de tristeza. El subió uno de sus brazos hasta mi mejilla mientras con el otro brazo acariciaba mi mano. Acerco su cabeza hacia la mía, lentamente, y comenzó a besarme. Era todo lo que necesitaba, desocupar aquel espacio de preocupación y tristeza para ocuparlo con amor, no hacían falta palabras, Aarón lo sabía perfectamente. Por un momento sentí como el calor de mi pecho subía y se expandía, sentí como me alejaba de aquella realidad para pasar a estar en un mundo perfecto, donde solo estábamos nosotros dos.

El se levanto bajando la cabeza (y yo levantando la mía, al verlo pararse), cuando nuestros labios se separaron el me ayudo a levantarme y me abrazo fuerte, rodeándome con sus brazos y aislándome del frió con su cuerpo.

— ¡Ya está la cena! —escuche gritar a mi padre desde la ventana de la cabaña de piedra, mientras nos miraba y sonreía con la cabeza un poco inclinada.

—Vamos, seguramente ha preparado tu sopa de fideos favorita —siempre lo hacía cuando veía que estaba triste o preocupada—. Te prometo que mañana recorreremos la zona del faro junto. De todos modos, aun no le digas nada a tu padre, yo lo convenceré para que nos deje quedarnos todo el día allí.


Rodee su cuello con mis brazos y le di un beso en los labios, terminándolo con una gran sonrisa. Lo mire a los ojos, luego tome su mano y fuimos corriendo hasta dentro de la cabaña.

sábado, 29 de noviembre de 2014

The Boat [TLH (3)]


El agua se movía formado grandes olas, sobre mi rostro. Me encontraba en la proa, mirado hacia el mar donde la tormenta ya había comenzado esa noche, más temprano. Quizás ni siquiera me ataron con unas cuerdas las manos porque pensaron que soy débil y estúpido.  De todos modos, es mejor para mí.

No habían querido decirme nada, simplemente me dejaron aquí fuera. Durante el ese día vomite dos veces por el movimiento del barco, provocado por las grandes olas que preveían la tormenta. Todo el tiempo hubo alguien fuera, pero no parecía que les interesara vigilarme. Es más, en ese momento, ya de noche, de madrugada, no había nadie: estaba yo solo.

Por un lado pensaba que quizás hayamos llegado tan lejos con el barco que ellos piensan que aunque pueda escapar no llegare muy lejos. Pero por otro lado tal vez no les interese para nada, puede ser que solo me haya traído con ellos para divertirse viéndome empapado y, en algún momento llorando. Esto era lo más probable, ya que no había hecho nada como para que quieran algo de mi (ni siquiera llegue a resistirme, cuando desperté estaba atado).

Durante el día intente distraerme solo con mis pensamientos, que giraban en torno al día anterior y a Ferwell. Me habían arrastrado de aquel lugar con todas las cosas que ella guardaba en aquel faro, solamente con la seguridad de que no le habían hecho nada y seguía durmiendo. Aun así, no dejaba de preocuparme: seguramente se iba a desesperar cuando vea que desaparecieron todas sus cosas y lo más probable es que piense que me fui y robe todas sus cosas, esa era mi mayor preocupación y angustia, seguido de las olas y la fuerte lluvia.

Las piernas me comenzaban a doler, así que decidí dar una vuelta alrededor del barco. Definitivamente, estaban todos dentro en sus habitaciones. El barco, realmente, no era muy grande. Lo pude recorrer en unos minutos, como ya había hecho varias veces ese día. Sin embargo, a diferencia de los demás recorridos, esta vez note algo. El viento era mucho más fuerte que en cualquier otro momento y escuchaba algo que golpeaba contra el barco. Seguí el sonido y llegue hasta donde estaba lo que producía aquel sonido: un bote de madera, tapado contra una tela y atado al barco con algunas sogas que no eran suficientes para hacer que el bote se quedase quieto.

En ese momento, me di cuenta que podría escapar y llevarme aquel bote. De todas formas, no habían dado nada más que un solo vaso de agua en todo el día. Si no me mataba la tormenta, me matarían ellos de hambre (o quizás de otra forma). Ese pensamiento, junto con mi intuición y un impulso repentino me llevaron a desatar las sogas. Primero desate la de ambos costados y, antes de subirme, saque la tela que cubría el bote y la deje dentro de él. Luego salte dentro del bote y desate la ultima soga, tirándola hacia dentro como las demás. El bote cayó sobre el agua haciendo un gran ruido y salpicando agua, pero no me preocupe por que seguramente los ruidos de la tormenta apagarían el sonido.

El bote tenía dos tablas de madera como asientos en el medio y en la parte delantera y en la trasera había una tabla, debajo de la cual se podían guardar cosas. Debajo de una había algunas cantimploras (las cuales me alegre de ver, pensando que tenían agua) y debajo de la otra había un cajón de madera cerrado. Decidí dejar esas cosas para después, coloque la tela y la soga debajo de las tablas y tome los dos remos que estaban apoyados sobre el bote para alejarme del barco. Tuve que hacer mucha fuerza para avanzar y controlar el bote que se movía demasiado y era muy inestable con las olas.

Veía que se alejaba el barco, solamente con la luz de la lámpara de petróleo cubierta con vidrio, ubicada cerca de la proa, donde yo había estado casi todo el tiempo. Una vez que me aleje un poco, tanteo en un bolsillo de mi pantalón, mi brújula para intentar ubicarme pero cuando meto la mano para sacarla, escucho un grito detrás mío.

— ¡Ey! ¡Se está escapando!

Era un marinero o quizás el capitán, no se distinguía muy bien de lejos, solo podía ver la lámpara de petróleo que llevaba en la mano y el dedo que me señalaba. Fue entonces cuando me desespere realmente y, con la lluvia torrencial cayendo sobre mí, comencé a remar lo más rápido que podía.

El bullicio que había comenzado en el barco se iba haciendo lentamente más tenue a medida que me alejaba y, de vez en cuando escuchaba un trueno que cortaba aquellos ruidos y esas voces. Estuve así por un largo rato. La lluvia ya había comenzado a apaciguarse y las gotas iban cayendo más lentamente. Pare de remar por el cansancio y mire hacia atrás. Las olas comenzaban a llevar a mi bote a la deriva, hacia un lado y el otro. Eso y ver que el barco ahora era simplemente un punto lejano y no había ningún bote ni alguna señal de que me persiguieran me tranquilizo.


Caí sobre el suelo del bote, boca abajo, por la fatiga. No pude ni siquiera resistirme y el peso de los parpados hizo que cerrara los ojos. Me dormí sintiendo algunas gotas de agua caer sobre mi espalda, con la remera y el pantalón completamente empapados y pegados al cuerpo.

sábado, 13 de septiembre de 2014

The Green Flower and The Grey Day

Las calles estaban vacías, extrañamente para aquellas horas de la tarde. Todavía faltaba para que el sol llegue al horizonte y hacia frió; el cielo estaba nublado y el viento movía las hojas que caían, algunas alejadas de sus árboles. Esa tarde de pleno otoño, sentía más frió del que realmente hacía, a pesar de llevar puesto un saco grande, sobre dos pullovers y una bufanda alrededor del cuello, sentía que el pecho se le congelaba.

El único sonido que se escuchaba en la calle era el de las hojas moviéndose al compás del viento. Los arboles de las calles estaban casi secos ya y las veredas estaban cubiertas de hojas de marrones hasta amarillos y flores, casi desteñidas. Esa mañana había llovido y quedaron algunos rastros de humedad, ya que el sol había estado tapado por las nubes grises durante todo el día. Esa noche habría una tormenta.

Aquellos montones de hojas siempre le había provocado alguna sensación que siempre entendió: los días que se sentía feliz pasaba sobre aquellos montones de hojas para escuchar el crujido de las hojas sobre sus pies y, los días que estaba triste simplemente miraba las hojas y sonreía levemente, acompañando su mirada de un pensamiento melancólico que quizás solo el entendía. Sin embargo, aquel día no llegaba a entender lo que sentía y solamente le echo una mirada a las hojas, sin ninguna expresión, y continuo caminando con la cabeza mirando hacia el suelo, tratando de levantarla cada tanto.

Cuando llego hasta el gran árbol se detuvo y miro hacia arriba. En aquel árbol fue donde había encontrado, hacía ya mucho tiempo una extraña flor verde, brillante. Al principio y por mucho tiempo no le dio mucha importancia pero, hacía ya unos cuantos meses, comenzó a resaltar más y con el tiempo se convirtió en imposible para el no pararse a mirarla. Esta vez, al levantar la cabeza no encontró ningún rastro de aquella flor, se había ido. No le dio mucha importancia a esto, tenía la intuición que era casi una certeza que volvería a aparecer, justo donde estaba.

Una ventisca lo distrajo y lo hizo mirar hacia el otro lado de la calle, donde el viento movía unos cuantos pétalos color rojo escarlata que seguía, allí más lejos, a la flor verde, que se alejaba. El solo se quedó mirando mientras las ventiscas, a la vez que arrastraban los pétalos y la flor, le helaban el cuerpo completo. Ya se había acostumbrado a aquellas extrañezas y no le pareció más raro que aquella gran flor verde dejara pétalos rojos, lo sabía desde la primera vez que se quedó parado tanto tiempo junto al árbol y aún conserva, aunque un poco descolorido ya, el primer pétalo que soltó, junto al recuerdo del  calor que sintió al tomarlo antes de que cayera al suelo.

Su casa estaba llena de aquellos pétalos, pero solo le servían para recordar el momento que los tomo ya que, la mayoría, ya no le hacían sentir nada más que con el recuerdo, por más pequeño y corto que sea. También recordaba los días que la flor bajaba y él podía rozarla mientras caía, suavemente. Todo esto pasaba por su mente en ese momento, la veces que pudo acariciar a aquella flor, tenerla entre sus brazos y sentir aquella extraña sensación de calor en el pecho, mucho más que con sus pétalos, todos estos pensamientos pasaban por su cabeza y bajaban hasta su pecho, para congelarse y hacerle sentir el frió.

Aun así sabiendo, teniendo la certeza que aquella flor volvería, los pensamientos de tener que soportar el frió paralizante durante tanto tiempo lo atormentaran. En un momento pensó salir corriendo a buscarla, pero había algo que lo detenía, un pensamiento quizás. Aun así no había visto a nadie en la calle durante largo tiempo que había caminado hasta allí, un montón de personas que caminaban, al parecer cada una por su cuenta (aunque algunas personas iban en grupo) parecían seguir a la flor durante su camino. Entonces ahí descubrió por que no iba a salir corriendo, aunque tanto lo deseara quizás hasta mucho más que aquellos que estaban a su alrededor.

Algunas de esas personas tomaban algunos pétalos pero, al parecer, otras no. Aquello de cierta forma le dio un poco de esperanza. Ya no se veía casi nada, la flor se había alejado demasiado y solo se distinguía un punto verde a la distancia. La gente se había quedado más atrás pero, aun así, seguían estando más cerca que él. Jamás había estado en alguna situación parecida y solo sentía frio y algo que podría ser tristeza, junto con mucha confusión.


Resignado, no tuvo otra opción que seguir que caminado, solo y entre el viento, acompañado únicamente por el frió.

viernes, 14 de marzo de 2014

The Ship [TLH (2)]




El barco se balanceaba entre las pequeñas olas. Detrás se empezaban a ver, muy a lo lejos, otros barcos que se dirigían a otros lugares. Para mí siempre fue una imagen tranquilizante la del vaivén de los botes y el suave sonido de las olas al chocar contra la madera. Siempre que observo el mar, me olvido de todo lo demás: no existe otra cosa más que aquella gran masa de agua. En aquel momento, empecé a tener sueño y mis ojos se entrecerraban. Luego de un tiempo, el barco ya estaba a punto de llegar a la orilla, en un lugar muy cerca del faro.  En ese momento no le di importancia pero era muy extraño que un barco parase allí.

Salí al balcón del faro y llegue hasta el sillón donde me recosté y seguí con los ojos un bote que había salido del barco, el cual había anclado a algunos metros de la costa. En el estaban cinco personas, que no llegue a distinguir muy bien.

El cansancio se estaba apoderando de mí y, casi sin querer cerré los ojos. Entonces, solo escuchaba las olas que rompían contra las rocas y habían empezado a ser cada vez más fuertes. En el fondo también escuchaba el sonido de los remos al entrar y salir del agua. El bote debía estar bastante cerca, pero yo no me había dado cuenta. Finalmente, el sueño me venció


Cuando me desperté, estaba tapada con una frazada polar verde, una de las que estaban en el almacén. Me había quedado dormida en el sillón, fuera del faro. Cuando abrí los ojos ya estaba amaneciendo, el sol ya iluminaba el mar, calmo y totalmente vacío. El barco ya se había ido, pero… « ¿Qué habrán estado buscando? ¿Por qué bajaron en un bote? “pensé. De repente, recordé a Mirek, me levante de golpe, tirando la frazada a un lado y corrí hacia el interior del faro.

La habitación estaba completamente desordenada y los muebles destruidos. La puerta estaba partida a la mitad, apoyada contra la pared y rodeada de astillas. El almacén estaba vacío y solo quedaban un par de bolsas con frutas y verduras desparramadas por el piso. Había dos sillas tiradas en el piso junto con una mesa, todo rodeado de vidrios rotos.


Cuando me di cuenta de lo que había pasado, comencé a llorar. Todo el trabajo que había empeñado su padre en construir aquel faro, hace tanto tiempo, los recuerdos que había guardado en el almacén por mucho tiempo… todo había desaparecido o había sido destruido. Y Mirek… aún no había terminado de conocerlo, pero me caía muy bien. Entonces, intente recordar cómo era la primera vez que lo vi: llevaba unos pantalones largos y un abrigo negros. Tenía el pelo un poco corto y castaño pero, algo que nunca voy a olvidar van a ser sus ojos grises…

sábado, 19 de octubre de 2013

The Lighthouse


El edificio se levantaba sobre las rocas como si fuera parte de la superficie rocosa. El conjunto de piedras se alzaba hacia arriba y termina en una cúpula, que empezaba a iluminar el mar, sobre el cielo rojo y violáceo  del atardecer. En el faro se veían algunas ventanas pero solamente en la puerta del balcón se divisaba una luz que provenía del interior. Estaba anocheciendo y la persona que se ocupaba del faro debía haber encendido la luz hace poco tiempo. Aunque el mar estaba tranquilo y no se veía barco alguno…
Cuando llegue al comienzo de las rocas empecé a escalar. Subí con facilidad por entre las piedras, que no tenían demasiada altura, hasta que llegue al faro. Camine alrededor del edificio hasta que encontré la puerta. Estaba abierta, así que entre. Mire hacia arriba y vi una escalera en forma de caracol que rodeaba las paredes, en forma de cilindro. Se extendía hasta un punto donde solo se veía una luz. Las ventanas dejaban entrar los rayos del atardecer e iluminaban un poco el camino por las escaleras

Comencé a subir por los peldaños de piedra, pensado a quien me encontraría al llegar hasta arriba. «Al maquinista seguro, que vino a encender el faro» pensé, pero algo me decía que me iba a encontrar con alguien distinto. De todos modos, no tenía muchas esperanzas.
Cuando alcance la ultima ventana me detuve. El sol ya tocaba el horizonte, se sumergía en las aguas del mar. Las olas habían comenzado a romper contra las rocas y producían un sonido suave y tranquilizante. La marea estaba subiendo y el mar había comenzado a tapar algunas rocas. La luna llena se veía,  más arriba, casi transparente.
Cuando termine de subir encontré una puerta de madera, cerrada. Abrí la puerta y se escucho un leve rechinido. Dentro estaba una mujer que miraba por una gran ventana, en dirección hacia el mar. Cuando escucho que abrí la puerta, se dio vuelta. Era hermosa. Tenía el cabello rojo, como el atardecer que acababa de ver y sus ojos… sus ojos eran de un color verde, que me atraparon desde el principio.
-Perdón… no te escuche subir… ¿Quién eres? –dijo
-Me llamo Mirek, pero me llaman Mirk. Solo pasaba por aquí… vi el faro a lo lejos y pensé que había alguien… ¿Tu cómo te llamas?
-Mi nombre es Ferwell… pero me dicen Fer. ¿Qué buscabas por aquí, Mirk?
-No… es solo que… -estaba nervioso. « ¿No le vas a contar toda la historia, o si?»- Hace cinco días que estoy andando con mi yegua. Se nos acabo el agua y no hay más que mar. También nos quedamos sin comida
-¿Vienes con alguien?- dijo Ferwell mirando por detrás mío
-Eh… ¡No! –Solté una risa- Es que yo me refería a mi yegua
- Ahh… -me miro medio extrañada- si quieres acá tengo un poco de vino y tenía pensado cocinar un conejo… si me ayudas te puedo dar un poco.

Ya había oscurecido completamente y la luna se reflejaba en las aguas tranquilas, cuando terminamos de comer. A lo lejos se veía una figura que se acercaba, pero no se distinguía bien. Tampoco le dimos mucha importancia. Habíamos estado un tiempo en silencio mirando hacia donde iluminaba la luz del faro.
-Yo ya te conté de donde vengo y como llegue- se me ocurrió decirle- Ahora te toca a ti contarme. ¿Qué hace una mujer tan bella aquí?
-¡Ay!- se sonrojo- Mi padre vive cerca de aquí y cada tanto me deja venir a encargarme del faro. Me quedo aquí toda la noche mirando a ver si viene algún barco. Mira, por ejemplo allá- señalo un punto en el gran océano- es un barco que se viene a pasar por aquí. Yo me encargo de que el faro funcione bien y de ver las velas de los barcos… aunque esta noche es tranquila y no hay viento.
-¿Y tu padre no dice nada sobre que vengas aquí y te quedes toda la noche sola?-  le pregunte mientras miraba el barco que se veía cada vez mas grande. Era gigante y avanzaba con las velas plegadas.
-¡Claro que sí! Nunca queda contento con que venga aquí sola. Pero tarde o temprano lo termino convenciendo. Este es mi lugar en el mundo –me hablaba como si estuviese enamorada de sus propias palabras- El sonido de las olas al chocar con las piedras, de vez en cuando una brisa de aire fresco,  el sonido de los barcos al balancearse cuando pasan…
-Te entiendo- le respondí con una sonrisa

El barco se podía ver ya perfectamente. Habían levantado los remos